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María Mercedes Puello

¿Uniformidad o individualidad?


Muchas de las que están leyendo este periódico probablemente vivieron lo que era el GCI antes de su transformación y se preguntarán: ¿Por qué cambió tanto? 

Antes de que el COVID-19 nos obligara a todos a recluirnos, el colegio nos presentó una serie de cambios que iban a ir ocurriendo en la imagen del colegio, con el fin de unificar toda la red Aspaen y que cada colegio fuera una copia exacta del otro. 




Cuando regresamos de la pandemia, nos olvidamos de ese proyecto porque no vimos ningún cambio, fuera de que quitaron el rojo, verde y amarillo de las instalaciones del colegio para volverlo completamente gris. Pero un año después, nos sorprendieron con el cambio más grande y de mayor impacto: el cambio de nuestro uniforme y la desaparición de nuestro amado escudo. 


Si das un recorrido por todos los colegios de la red Aspaen, te darás cuenta de que ya ninguno tiene ese elemento que lo diferencie de cualquier otra institución de la red, sino que se planteó un formato para que todos sean exactamente iguales. En pleno siglo XXI, era entendible que se tomara esa decisión para mostrar más modernidad y desarrollo, teniendo en cuenta que es lo que la mayoría de los nuevos padres buscan en los colegios para sus hijos. Somos una sociedad constantemente atravesando cambios y nuevas tendencias, por lo cual se comprende la necesidad del colegio de adaptarse a estos para poder seguir prosperando como uno de los mejores colegios de Cartagena; para mí, indudablemente el mejor. 


Aunque se entiende completamente el propósito de este cambio, también nos entristece demasiado, o a mí personalmente, que mi día de graduación llegué sin tener presente costumbres que vi durante toda mi vida. Pensar que el día de mi grado cantaré el himno a una bandera azul y blanca con cinco palabras escritas en el centro, en lugar de cantarlo con orgullo a la bandera que vi durante toda mi vida mientras tengo la mano en mi escudo, realmente es entristecedor. Con este cambio, nuestro colegio perdió su individualidad frente al resto de colegios de Cartagena y, claramente, de la red del país. Perdimos esa chispa que nos hacía únicos y diferentes, y lo más decepcionante es que las más pequeñas no tendrán la oportunidad de vivir la experiencia original de mi Gimnasio que tanto amé. 


Para concluir, este artículo no está de ninguna forma hecho con el propósito de criticar este cambio, sino de mostrar su lado negativo, tanto como el positivo. Los cambios no son malos, pero cuando son drásticos y arrolladores pueden llevar a convertir un colegio en una institución con la que no nos sentimos identificadas. La única solución que queda es que estas últimas generaciones que vivieron lo que realmente era el Gimnasio Cartagena de Indias lo digan y sigan esparciendo con orgullo y amor, tanto como lo hicieron las generaciones pasadas. 

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