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Valentina Paternina

La prueba saber 11 en nuestras notas: ¿Motivación o Presión?

Actualizado: 28 ago



La implementación de la prueba saber 11 como parte integral de las calificaciones de estudiantes de 11.° y 12.° grado ha generado un intenso debate. Si bien algunas argumentan que esta medida promueve la excelencia académica y prepara a las jóvenes para los desafíos futuros, también es crucial examinar de cerca los efectos negativos que esta práctica puede tener en el bienestar emocional y el desarrollo integral de los estudiantes. 

 

En primer lugar, la prueba saber 11 está diseñada como una evaluación estandarizada para medir el nivel de conocimientos adquiridos al finalizar el bachillerato. Este se ha convertido en un punto de referencia para clasificar y comparar a los estudiantes. Al incorporar estas calificaciones en el promedio académico de las estudiantes, se da la idea de que el valor de un estudiante se reduce a un número, dejando de lado otras habilidades y aspectos igualmente importantes, como la creatividad y el pensamiento crítico. 

 

Pensemos en la presión que esto añade a nuestras vidas. Ya de por sí, el último año viene con sus propios desafíos: la presión de elegir una carrera, la ansiedad sobre el futuro y la nostalgia por dejar atrás una etapa importante, mientras que, al mismo tiempo, el penúltimo grado cuenta con una carga académica extra debido a los IGCSE y la preparación para el IELTS. Ahora, sumemos a eso la preocupación constante por prepararnos para un examen que puede determinar nuestro futuro académico. ¿Es realmente necesario añadir más estrés a nuestras vidas? 

 

Es importante reconocer que cada estudiante tiene sus propias fortalezas, intereses y ritmos de aprendizaje. Aplicar la misma medida de evaluación a todos los estudiantes ignora la diversidad de talentos y habilidades, y puede desmotivar a aquellos cuyas fortalezas no se alinean con las áreas evaluadas en la prueba saber 11. En lugar de fomentar un ambiente de competencia tóxica, deberíamos buscar formas de apoyar y valorar la individualidad de cada estudiante, promoviendo un enfoque educativo más global y centrado en el desarrollo integral. 

 

Luego está el tema de qué tipo de aprendizaje esta medida fomenta. ¿Estamos realmente aprendiendo y comprendiendo los temas, o simplemente memorizando información para pasar un examen? La educación debería basarse en más que solo obtener buenas notas; debería ser sobre explorar, descubrir y entender el mundo que nos rodea. 

 

Para concluir, es hora de repensar cómo evaluamos nuestro desempeño en la escuela. En lugar de centrarnos en un solo examen, deberíamos valorar todas las formas en que crecemos y aprendemos durante nuestra educación secundaria. Todos somos más que un número y merecemos ser evaluados de manera más completa y humana. 

 

Si bien es comprensible el interés de las directivas por mejorar los resultados académicos, es importante considerar el impacto en el bienestar emocional de los estudiantes, para así encontrar un equilibrio que valore la diversidad de talentos y promueva un entorno educativo más humano y centrado en el bienestar de todos. 


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